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Capítulo 30. El Sexto Mandamiento: La Fidelidad Matrimonial

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PRACTICA LA FIDELIDAD MATRIMONIAL

Dios creó a los seres humanos como varón y mujer. Al hacer esto, Él

otorgó la misma dignidad tanto al varón como a la mujer. En su designio,

el varón y la mujer deberían respetar y aceptar su identidad sexual. Dios

creó tanto al cuerpo como a la sexualidad como algo bueno. Por esto,

no tratamos la sexualidad con temor o con hostilidad hacia la carne.

Es un don de Dios mediante el cual el varón y la mujer participan de su

designio salvador y responden a su llamada a crecer en santidad.

El

Catecismo

afirma que la sexualidad afecta a la totalidad de la

persona. “La

sexualidad

abraza todos los aspectos de la persona humana,

en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la

afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más

general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro”

(CIC, no. 2332).

El Sexto Mandamiento llama a los cónyuges a practicar la fidelidad

permanente y exclusiva el uno hacia el otro. La fidelidad emocional y

sexual es esencial para el compromiso hecho en la alianza matrimonial.

Dios estableció el matrimonio como un reflejo de su fidelidad hacia

nosotros. Los votos de fidelidad mutua que los cónyuges hicieron en

su boda deberían dar testimonio de la Alianza que Dios ha establecido

con nosotros.

LA CASTIDAD

Todas las personas—casadas, solteras, religiosas y ordenadas—necesitan

adquirir la virtud de la castidad. “La castidad significa la integración

lograda de la sexualidad en la persona y por ello en la unidad interior

del hombre en su ser corporal y espiritual” (CIC, no. 2337). La castidad

une nuestra sexualidad a toda nuestra naturaleza humana. Entiende la

sexualidad en relación a nuestra naturaleza espiritual de forma que el

sexo es visto como algo más que un acto físico. La sexualidad afecta a

toda la persona a causa de la unidad del cuerpo y del alma. Jesús es el

modelo de castidad. “La castidad implica un

aprendizaje del dominio

de sí

, que es una pedagogía de la libertad humana” (CIC, no. 2339). La

adquisición de la castidad depende del dominio de sí y nos lleva a una