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251. Hay asuntos particulares pertinentes al diácono recién

ordenado. Por consiguiente, es importante que el diácono que se acaba

de ordenar comience su diaconado de modo positivo y con apoyo. Un

programa debe ser desarrollado para los tres primeros años de su ministerio diaconal

25

y

coordinado por el director de personal de diáconos. En la primera etapa de su ministerio la

formación permanente reforzará mucho su entrenamiento básico y su aplicación a la práctica

ministerial. La formación posterior conllevará un estudio más profundo de los diversos

componentes propuestos en las dimensiones de la formación diaconal. También se debe

considerar iniciar al diácono recién ordenado en el estudio de una segunda lengua usada en la

diócesis para poder conversar, y en el estudio del ambiente cultural. Los diáconos como

ministros de Cristo Siervo deben estar preparados para unir a personas de diferentes lenguas

y culturas en la comunidad de fe local de la diócesis y la parroquia. Los diáconos deben ser

cuidadosamente supervisados por un pastor ejemplar especialmente nombrado por el obispo

para esta tarea.

26

Los primeros tres

años del ministerio

diaconal.

Nueva evangelización: el diácono en el tercer milenio cristiano

252. “La vocación del diácono permanente es un gran don de

Dios’”

27

El ser llamado y enviado por el Señor siempre ha sido

importante, pero en las circunstancias históricas contemporáneas adquieren una urgencia

especial. “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A

finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad

demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos

con todas nuestras energías en su servicio.”

28

Para este fin, el ministerio del diácono posee

una gran promesa, especialmente para el trabajo urgente y pastoral de la nueva

evangelización. El itinerario de formación del diácono después de su ordenación debe dar

prioridad a esta tarea. El papa Juan Pablo II enfatizó esta urgencia: “Se necesitan heraldos del

Evangelio que sean expertos en humanidad, que conozcan profundamente el corazón del

hombre contemporáneo, que compartan sus esperanzas y alegrías, sus temores y tristezas, y

al mismo tiempo, que sean contemplativos en el amor de Dios.”

29

Trabajo misionero y

pastoral urgente

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