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83.

El diácono, en comunión

jerárquica con el obispo y los sacerdotes, sirve en la santificación de la comunidad cristiana.

“En el ofrecimiento del Sacrificio eucarístico, el diácono no está en condiciones de realizar el

misterio sino que, por una parte representa efectivamente al Pueblo fiel, le ayuda en modo

específico a unir la oblación de su vida a la oferta de Cristo; y por otro sirve, en nombre de

Cristo mismo, a hacer partícipe a la Iglesia de los frutos de su sacrificio.”

88

Durante el

ejercicio de los ministerios litúrgicos, “sean siempre fieles a cuanto se pide en los libros

litúrgicos, sin agregar, quitar o cambiar algo por propia iniciativa… Lleven dignamente los

ornamentos litúrgicos prescritos. La dalmática, según los diversos y apropiados colores

litúrgicos, puesta sobre el alba, el cíngulo y la estola, ‘constituyen el hábito propio del

diácono.’”

89

Las funciones litúrgicas específicas del diácono en el rito latino de la Iglesia

Católica están contenidas en el Capítulo Uno de este

Directorio.

El Ministerio de la caridad y la justicia de la Iglesia

84. Como participante ordenado en el ministerio de la caridad y la

justicia de la Iglesia, el diácono asume los deberes encomendados a él

por su obispo con humildad y entusiasmo. En el centro de su espiritualidad, el diácono pone a

Cristo y es guiado por el amor de Cristo al cuidar a quienes tiene bajo su cargo: “La caridad

es, en efecto, el alma de la comunión eclesial.”

90

La diaconía de la

caridad

85. En la oración de ordenación diaconal, el obispo implora a Dios que los diáconos

“estén llenos de toda virtud: sinceros en la caridad, premurosos hacia los pobres y los débiles,

humildes en su servicio... sean imagen de tu Hijo, que no vino para ser servido sino para

servir.”

91

Por tanto, “con el ejemplo y la palabra,” el diácono se pondrá “en constante

servicio a los hermanos.”

92

Este servicio comprenderá obras de caridad diocesanas y

parroquiales, incluyendo las preocupaciones de la Iglesia sobre la justicia social. Se

extenderá también a la formación cristiana

trabajando con jóvenes y adultos para promover

la justicia y la vida en todas sus etapas

transformando el mundo mediante el testimonio

personal en conformidad con el Evangelio de vida y justicia. El diácono debe tratar, por lo

tanto, de servir a toda la humanidad “sin discriminaciones, prestando particular atención a los

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