Background Image
Table of Contents Table of Contents
Previous Page  265 / 706 Next Page
Basic version Information
Show Menu
Previous Page 265 / 706 Next Page
Page Background

Capítulo 17. La Eucaristía: Fuente y Cumbre de la Vida Cristiana

• 239

LA EUCARISTÍA TRANSFORMA

AL QUE LA RECIBE

Para participar activamente en la Misa, necesitamos resistirnos a la

tendencia a la pasividad que puede surgir cuando nos reunimos en un

entorno similar al de una audiencia. En Misa, somos una asamblea de

creyentes llamados a ser una comunidad unida en alabanza y culto a

Dios. Hacemos esto al cantar himnos, salmos, al recitar oraciones

y respuestas, especialmente en nuestro “sí” a Dios en el Gran Amén.

Una participación activa también requiere una atención interior y un

ofrecimiento interior profundo, como urge San Pablo en la carta a los

Romanos 12:1: “Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los

exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa

y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto”.

Cuando la asamblea de creyentes, a manos del sacerdote, ofrece el

sacrificio de Cristo al Padre, los miembros de la asamblea están llamados

a ofrecer sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

Al usar la palabra

cuerpo

, San Pablo no se refiere simplemente a nuestra

carne y huesos, sino a nuestro propio ser. Esto es, entonces, un sacrificio

espiritual. ¿Cómo podemos hacer esto?

En la Plegaria Eucarística, escuchamos que Jesús tomó el pan, lo

bendijo, lo partió, lo hizo su Cuerpo y lo dio por nuestra salvación.

Una forma de identificarnos con esto es rezando: “Señor, tómame.

Bendíceme. Párteme. Hazme parte de tu don sacrificial y de salvación

por las necesidades corporales y espirituales del mundo”. Al ofrecernos

al Padre en unión con Cristo, practicamos la participación activa en la

Misa en su máxima expresión.

Este drama interior que tiene lugar durante cada Misa contribuye

al proceso de nuestra transformación espiritual en Cristo. Todo lleva

tiempo. Cuando recibimos la Comunión, tenemos que recordar que no

estamos trasformando a Cristo en nosotros. Jesús nos está transformado

a nosotros en él. Esto requiere un entendimiento correcto de la Presencia

Real de Jesús bajo la apariencia del pan y el vino. No es simplemente