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Segunda Parte. Los Sacramentos: La Fe Celebrada
Un obispo recibe la gracia de enseñar en nombre de Cristo;
de santificar la Iglesia mediante la celebración de los sacramentos; de
guiar, gobernar y defender a la Iglesia, y de ser un signo de la unidad de
la Iglesia.
Un sacerdote recibe la gracia de proclamar el Evangelio y de predicar,
de celebrar los sacramentos (excepto el sacramento del Orden) y de guiar
como pastor a la gente a él encomendada.
Un diácono en la Iglesia latina es ordenado para proclamar el
Evangelio y predicar, para bautizar, para asistir al obispo o sacerdote en la
celebración de la Eucaristía, asistir en el matrimonio y bendecirlo, presidir
funerales y para servir a la comunidad mediante obras de caridad.
LA ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE
“Enséñeseles [a los sacerdotes] a buscar a Cristo”. Es éste,
junto al
quaerere Deum,
un tema clásico de la espiritualidad
cristiana, que encuentra su aplicación específica precisamente en
el contexto de la vocación de los apóstoles. Juan, cuando nos
narra el seguimiento por parte de los dos primeros discípulos,
muestra el lugar que ocupa esta “búsqueda”. Es el mismo Jesús
el que pregunta: “¿Qué buscáis?” Y los dos responden: “Rabbí
[…] ¿Dónde vives?” Sigue el evangelista: “Les respondió: ‘Venid
y lo veréis’. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con
él aquel día” (Jn
1:37-39). En cierto modo la vida espiritual del
que se prepara al sacerdocio está dominada por esta búsqueda:
por ella y por el “encuentro” con el Maestro, para seguirlo, para
estar en comunión con Él. También en el ministerio y en la vida
sacerdotal deberá continuar esta “búsqueda”, pues es inagotable
el misterio de la imitación y participación en la vida de Cristo.
Así como también deberá continuar este “encontrar” al Maestro,
para poder mostrarlo a los demás y, mejor aún, para suscitar en
los demás el deseo de buscar al Maestro. Pero esto es realmente
posible si se propone a los demás una “experiencia” de vida, una
experiencia que vale la pena compartir. Éste ha sido el camino
seguido por Andrés para llevar a su hermano Simón a Jesús:
Andrés, escribe el evangelista Juan, “se encuentra primeramente
con su hermano Simón y le dice: ‘Hemos encontrado al Mesías’ —