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Tercera Parte. La Moralidad Cristiana: La Fe Vivida

cristianos deben siempre examinar su propio comportamiento porque

una falta de consistencia con el Evangelio en sus vidas puede animar a

otros hacia el ateísmo.

En esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los

propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación

religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o

incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han

velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la

religión. (GS, no. 19)

Agnosticismo

Existe otra forma de evadir la llamada del Primer Mandamiento. La

palabra

agnóstico

significa “yo no sé”. El agnosticismo reviste varias

formas. Algunos agnósticos admiten la existencia de Dios pero afirman

que no se puede saber nada de Él. Otros dicen que es imposible saber si

existe o no un Dios. Algunos agnósticos están buscando a Dios; otros no

lo intentan. Muchos son ateos en práctica, quienes conscientemente no

niegan la existencia de Dios pero que viven la vida como si no existiera.

LA SANTIDAD DE DIOS EN LA VIDA DIARIA

Cuando Dios se apareció a Moisés en el Monte Horeb, dijo: “El lugar

que pisas es tierra sagrada” (Ex 3:5). El sexto capítulo de Isaías describe

la visión que tiene el profeta de Dios y cómo escuchó a los ángeles cantar:

“Santo, Santo, Santo es el Señor” (Is 6:3). Moisés reacciona a la santidad

de Dios con asombro, una reverencia profunda hacia la majestad de Dios

que abarca todas las cosas. Isaías responde a la santidad de Dios con una

conciencia de la pureza profunda e infinita de Dios. Ambos hombres

sufren una transformación espiritual que atribuyen a sus experiencias de

la santidad de Dios.

El Primer Mandamiento es más que una referencia a una idea

abstracta de Dios. Es un anuncio de la presencia del santísimo Dios,

tanto en la creación exterior como en el interior del alma humana. Su

existencia sí llama a nuestra fe.