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Cuarta Parte. La Oración: La Fe Orada
“respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación, respuesta de
amor a la sed del Hijo único” (CIC, no. 2561).
• Las Sagradas Escrituras revelan la relación entre Dios y la gente como
un diálogo de oración. Dios nos busca constantemente. Nuestros
corazones inquietos lo buscan a Él, aunque el pecado a menudo
oscurece o frustra este deseo. Dios es el que siempre comienza
este proceso. El punto en el que su llamada y nuestra respuesta se
intersectan es la oración. Este acontecimiento es siempre una gracia
y un don.
• “En su enseñanza, Jesús instruye a sus discípulos para que oren con
un corazón purificado, una fe viva y perseverante, una audacia filial.
Les insta a la vigilancia y les invita a presentar sus peticiones a Dios
en su Nombre” (CIC, no. 2621).
• La Iglesia emergente nació en la oración, vivió en oración y prosperó
en oración. El Espíritu Santo enseñó a la Iglesia la vida de oración, y
la llevó a descubrir entendimientos más profundos sobre las formas
básicas de la oración: adoración, petición, intercesión, acción de
gracias y alabanza.
• “La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de fe,
esperanza y caridad son fuentes de la oración” (CIC, no. 2662).
• La oración cristiana es siempre Trinitaria. Toda nuestra oración nos
lleva hacia el Padre. Pero el acceso al Padre es por Jesucristo. Por
eso también dirigimos nuestra oración a Cristo. Sin embargo, es el
Espíritu Santo quien nos ayuda a acercarnos a Jesús. La Iglesia nos
invita a invocar al Espíritu Santo como el maestro interior de la
oración cristiana.
• “En virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu
Santo, la Iglesia ora también en comunión con la Virgen María para
ensalzar con ella las maravillas que Dios ha realizado en ella y para
confiarle súplicas y alabanzas” (CIC, no. 2682).
• Los primeros maestros de la oración son los padres de familia u
otros miembros de la familia, la iglesia doméstica.
• De entre nuestros maestros de oración dentro de la Iglesia están los
ministros ordenados, los religiosos consagrados, los catequistas y los
directores espirituales.