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66. La USCCB llama a una mayor asistencia para los enfermos y moribundos,
mediante un sistema de salud disponible para todos y cuidados paliativos y
terminales eficaces y compasivos. El final de la vida es un momento sagrado,
un momento que señala una preparación para la vida con Dios, y debe ser
tratado con respeto y acompañamiento. El final de la vida es tan sagrado como
el comienzo de la vida, y requiere un tratamiento que honre la verdadera
dignidad de la persona humana en tanto creada a imagen del Dios vivo.
Reconocemos que tratar esta situación compleja de manera efectiva requerirá
los esfuerzos colaboradores de los sectores públicos y privados y de los varios
partidos políticos. Las políticas y decisiones respecto a la
biotecnología
y la
experimentación humana deberían respetar la dignidad inherente de la vida
humana desde su comienzo, sean cuales fuesen las circunstancias de su origen.
El respeto a la vida y dignidad humanas también es la base de los esfuerzos
fundamentales para tratar y erradicar el hambre, las enfermedades, la pobreza y
la violencia que se llevan la vida de tantas personas inocentes.
67. La sociedad tiene el deber de defender la vida de la violencia y ayudar a las
víctimas de crímenes. La Iglesia Católica ha aceptado la pena de muerte en el
pasado por delitos especialmente atroces cuando había una continua amenaza
grave para la sociedad y no se disponía de alternativas. Sin embargo, continuar
con la dependencia de nuestra nación en la
pena de muerte
no puede ser
justificada. Ya que tenemos otros medios de proteger a la sociedad que son más
respetuosos de la vida humana, la USCCB apoya los esfuerzos por poner fin al
uso de la pena de muerte y, mientras tanto, contener su utilización mediante
un uso más amplio de la evidencia que aporta el ADN, el acceso a abogados
efectivos y esfuerzos por solucionar la falta de equidad y justicia relacionadas a
la aplicación de la pena de muerte.
La promoción de la paz
68. Los católicos también se deben esforzar en
evitar la guerra y promover la
paz
. Esto es de particular importancia, ya que existe en la actualidad el peligro
de volverse indiferente a la guerra debido al número de conflictos armados.
La guerra nunca es un reflejo de lo que debería ser, sino una señal de que
algo más fiel a la dignidad humana ha fallado. La tradición católica reconoce
la legitimidad de la enseñanza sobre la guerra justa cuando se defiende a los
inocentes ante un grave mal, pero nunca debemos perder de vista el costo de
la guerra y los daños que inflige a la vida humana. Las naciones deben proteger